Unión empató con Talleres de Córdoba
El mejor momento de Unión fue en el final, pero en ese pasaje casi lo pierde con un penal en contra que atajó su arquero. Los cambios le dieron resultado a Munúa. Y lo tuvo para ganar, pero casi lo pierde. El resultado está bien.
Lo tenía Unión, que se animaba en el final de un partido en el que hubo pasajes en los que jugaba con incomodidad y escaso fútbol. El despliegue y la entrega no se negociaba. El orden tampoco. Pero faltaba el fútbol, la agresividad para ir en búsqueda del arco rival. Talleres tenía más la pelota y por momentos atacaba más. Pero el final era electrizante. Y Unión, lleno de energía por el aporte que le dieron los jugadores que ingresaron, sobre todo Roldán y Jaurena, terminaba bien el partido. Casi mereciendo más; o sea, los tres puntos. Pero llegó el final con un penal que Moyano detuvo y apareció la sensación de justicia que tuvo el resultado final.
No se lo hizo cómodo Talleres al partido. Unión tuvo problemas para manejar la pelota en el medio, tampoco tuvo precisión para salir con rapidez, ya sea por los costados o por el medio, fue bien tapado Luna Diale y no gravitó Gastón González. Cuando el juego se inclinó por el sector derecho, Pajarito Juárez (que tuvo dos insinuaciones en el primer tiempo y no pudo controlar bien las pelotas que le pusieron Luna Diale en la corta y Brítez en la larga) no pudo darle seguridad y peligrosidad a sus arremetidas contra los defensores rivales y así Unión se quedó apenas en insinuaciones y sólo un remate de media distancia de Alvez que se fue por arriba del travesaño.
A la pelota la manejó Talleres y al terreno lo controló el local. Unión se lo cedió, como lo había hecho con River, es cierto, pero sin la claridad y la convicción para lastimar al rival tratando de capitalizar su adelantamiento. Piezas clave como Gastón González (bien marcado por Catalán y preocupado por la subida del defensor) y Luna Diale (encimado y absorbido por la marca), no funcionaron. Ni tampoco Nardoni y Portillo le pudieron dar una salida clara desde el mediocampo.
Insisto en el detalle: Unión no negoció actitud, despliegue y entrega. Eso quedó totalmente a resguardo. Ocurre que las imprecisiones y la incomodidad en el trámite del partido se hizo evidente. Y esto trajo aparejado que el equipo no haya tenido profundidad ni peligrosidad.
A Unión le faltaba la otra parte del libreto, la del juego. Exento de claridad y precisión, sólo quedaba cierto orden defensivo (Talleres tuvo una sola jugada de claro riesgo, que manoteó Moyano) y esa entrega y concentración indispensable para no sufrir más de la cuenta.
Los cambios de Munúa le dieron resultado. Primero, por el ingreso de Roldán para aportar fútbol; también por el buen aporte que hizo Jaurena y la buena impresión que dejó en su debut. El equipo tuvo más frescura en el segundo tiempo, pese a que no arrancó bien y que en el primer pasaje se encontró con un Talleres más incisivo.
El 0 a 0 parecía inmodificable. En definitivas, lo fue. Pero en la parte final, el partido se sacudió. Como decía, los cambios refrescaron a Unión. Inclusive, un jugador que parecía estar desaparecido en la cancha –Gastón González- jugó sus mejores minutos en ese pasaje final. Unión lo fue a buscar. No se conformaba con el punto, que de por sí tenía mucho valor. El cabezazo de Calderón, luego de un córner perfectamente ejecutado por Gastón González, fue lo más peligroso. Pero apareció Herrera para desviarlo. Se fue expulsado Girotti. Pero quedaba, en medio de un partido electrizante, de ida y vuelta, un último capítulo para la historia.
Cuando parecía que al partido se lo arrebataba Unión, llegó el penal de Calderón. Pierna cruzada ante la entrada de un delantero rival y Arasa marcó la pena máxima. Ejecutó Díaz. Generalmente, los zurdos prefieren cruzarla y colocar la pelota a la izquierda del arquero. Moyano –quien luego declaró que tenía “estudiado” a Díaz- se tiró al otro costado. Fue hacia su derecha y atajó el penal. Apareció en toda su dimensión ese arquero con fama de “saca puntos” que tiene Unión. E hizo justicia por sus propias manos.
No merecía irse sin nada Unión. Y en el momento en que se animaba a llevarse todo, llegó el penal que le puso un dramatismo inusual al final del partido. Unión pasó de la incomodidad e imprecisión inicial, a un estado de mayor confort en el final. Arriesgó y pasó por todos los estados de ánimo que puede tener el fútbol en ese final plagado de dramatismo. Con Moyano convertido en héroe.